18.1.12

I Love Lobo

Desde pequeño lo he admirado.

Puede tomarse como comienzo de este cariño aquella versión de Caperucita Roja que me contaban en la que él se levantaba y se iba a tomar agua al río lo mas piola, luego de ser rellenado con piedras y cosido cual matambre. Y con este recuerdo se mezcla la versión Disney, con sombrero de copa roñoso y tocando jazz en su trompeta. Ok, son dos dibujos animados diferentes pero en mi memoria vive todo junto como si de un guiso de imágenes se tratara.

Who's afraid of the Big Bad Wolf?

Admito que no es el único personaje de cuentos infantiles por el que siento predilección pero si tendría que elegir uno solo, no lo dudaría dos veces.

No inventé nada nuevo con la versión que incluí en mi obra de teatro infantil (y que tan magistralmente encarnó Santiago Gómez), pero me encantó jugar con las miles de ideas ambiguas que encarna este hombre monstruo, enemigo tanto de chanchos como de infantas.

Si lo pienso bien, es un personaje mucho más humano que el insípido Príncipe Azul, que lo único que hace es llegar al final y salvar todo con un beso.

El Lobo es el centro de cualquier historia en la que se encuentre. Sin él, tal vez Caperucita Roja hubiera seguido su camino y hubiera sido morfada de injmediato en el medio del bosque por cualquier otro animal más desesperado y menos inteligente. O los tres chanchitos hubieran vivido en casas separadas, desgastando su relación fraternal hasta el punto de visitarse sólo para los cumpleaños y las fiestas.

Humanoide, bestial, con una inteligencia por arriba del promedio y encimna guiado sólo por el hambre. Si no fuera por los ladrillos o los cazadores, hoy viviríamos en un mundo gobernado por Lobos Feroces.

Les diré lo que mas me gusta de este personaje: para ser Lobo hay que mentir, disfrazarse, enfrentar a la autoridad. Y soplar, soplar y soplar.

Me encanta ser un Lobo.

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